
- Título: Las confesiones del señor Harrison
- Autora: Elizabeth Gaskell
- Género: ficción clásica
- Formato: digital
- Páginas: 152
- Precio: 9,49 €
Elizabeth Gaskell es conocida por ser la autora de Norte y Sur, obra con la que no me he puesto (todavía, pues lo compré en su versión digital hace un año) pero tengo pendiente desde tiempos inmemoriales. Lo que me echa para atrás para empezar su lectura es, obviamente, su longitud (algo más de 500 páginas) y el hecho de que mi único intento de ponerme con la serie de televisión de la BBC resultó ser soporífero (no pasé del primer capítulo, pese a que el estar protagonizada por Richard Armitage para mí era un incentivo).
Esta novela corta, publicada originalmente por entregas en 1851, fue escrita como respuesta de la autora al deseo de Robert Southey1)Poeta inglés del romanticismo.de que existiera una obra que retratara la vida doméstica de Inglaterra. En el libro, el señor Harrison —un médico rural de orígenes urbanitas— recibe la visita de su buen amigo Charles, quien se siente admirado por la esposa de Harrison y le pregunta cómo tuvo la buena fortuna de casarse con ella. El señor Harrison, entonces, empieza a narrar las peripecias que tuvo que sufrir para conquistar a la que ahora es su esposa. Esa serie de sucesos, en los que la autora refleja y juega con el carácter entrometido y propenso a los líos de los ciudadanos de provincias y de sus costumbres bien arraigadas, es la que conforma el corazón de la novela.
Hay que decir que la historia es el equivalente a una actual «comedia romántica de enredos»2)Pero con un ritmo mucho menos desenfrenado al que impera en estos tiempos.y se podría adaptar con facilidad a este siglo. La trama en sí es sencilla3)A quiere a B pero desde la C a la J tienen sus propios planes o anhelos y la mayoría no coinciden con los de A., pero el humor sutil con el que el protagonista narra la historia a su amigo es lo que le da el «puntillo» de entretenimiento e interés a la sucesión de malentendidos4)Supongo que el señor Harrison no se lo tomaría con tanto humor si no estuviera felizmente casado..
Al principio la novela se me hizo un poco lenta, pero no recuerdo un clásico con el que no me haya pasado esto5)Tal vez con Frankenstein o el eterno Prometeo, pero es mi favorito y en su recuerdo lo idolatro.. El inicio de la historia dentro de la historia (la explicación de Harrison a su amigo) muestra la primera gota de humor que me fascinó, cuando los miembros de Duncombe, esa pequeña ciudad donde se muda el buen doctor, dan «muestras» de estar al tanto de su llegada y se preocupan por su buen estado de salud. Él acepta tales manifestaciones de interés con perplejidad, una gran dosis de paciencia y mucha educación, a la que tendrá que acudir con frecuencia para sobrevivir a los usos y costumbres de la gente que ahora le rodea. En especial, Harrison busca el apoyo y la aprobación de su anfitrión y socio, el señor Morgan, un médico veterano bastante chapado a la antigua cuyas valoraciones procura siempre respetar.
Tal vez ese respeto excesivo hacia el pensamiento de los demás (sobre todo si no coincide con el propio) sería el más difícil de adaptar a la actualidad. La actitud del protagonista en algún momento se podría tildar de «sumisa» y lo cierto es que, debido a su extrema educación, se muerde la lengua en más de una ocasión y no planta cara a los avances o ideas fantasiosas de sus vecinos aunque ello vaya en perjuicio de sus deseos. Como consecuencia, parece que Harrison nunca será capaz de conseguir sus objetivos y nosotros nos reímos con sus desventuras y con los malentendidos (algunos causados a mala fe) originados por ciertos personajes secundarios.
Hay un aspecto en la historia que me recordó a Jane Austen, y es la «necesidad» desesperada en la sociedad de la época de ver a las hijas casaderas (y no tan casaderas) con un anillo en el dedo en cuanto aparece un buen candidato. El libro está contado desde la perspectiva de un hombre, por lo que podemos ver el «acoso» (él no lo llama así, por supuesto) al que se ve sometido como hombre joven, soltero, educado y con trabajo en medio de una cantidad relevante de señoras y señoritas sin pareja y mucho tiempo libre.
Harrison no es el único sometido a esa presión; uno de los personajes secundarios, una chica joven en edad de merecer, se ve sometida a una tortura similar inducida por sus padres, quienes la agobian hasta el extremo y fuerzan situaciones incómodas con el fin de emparejarla con el doctor.
Si los padres de esta chica lo consiguen o no, no te lo cuento, ya que durante una gran parte de la novela yo misma albergaba dudas de si el protagonista se casaría con la mujer que le había llamado la atención desde un principio o si su esposa sería otra de las señoritas del pueblo (al principio del libro no se menciona el nombre de pila de la señora Harrison). Mis apuestas iban con que se casaría con la dama de la que se había prendado inicialmente; mi pareja (a quien le conté un día la historia que estaba leyendo) apostó por otra de las jóvenes. Tampoco te cuento quién ganó, pero sí que fue una de las que los dos elegimos.
En mis reseñas acostumbro a destacar algo que me ha llamado la atención de la obra y en esta, como suele suceder con las novelas clásicas escritas en la misma época en la que transcurre la narración, los «bocados de realidad» sobre las costumbres de esa época son lo que me han fascinado. Datos como las visitas sociales: en qué momento del día debían realizarse y la duración estimada de estas, el «derecho» que se (auto)otorga la gente a meterse en la vida de los demás, llamar a gritos a la policía cuando alguien perturba el descanso de los vecinos aunque no hubiera policía en la población (y todo el mundo lo supiera), etc.
Otro detalle que me llamó la atención, aunque sea una nimiedad, es la vaguedad en las descripciones sobre temas médicos. Esta es una novela que pretendía reflejar las costumbres de la Inglaterra rural, por lo que no aparecen grandes avances médicos ni términos muy específicos de ese campo, pero me «chocó» la respuesta o tratamiento extremo a dos situaciones médicas de las que se daban descripciones muy superficiales. Caso, por ejemplo, del pobre paciente que sufre un accidente en una extremidad y que la solución que más convenza a todos —menos al afectado (y al señor Harrison)— sea amputar. O que una joven de buena salud enferme repentinamente (sin dar muchos más detalles que su extrema debilidad y sus delirios) y todos asuman su muerte como algo inevitable.
La edición que he leído es la digital de editorial Alba, en su línea Clásica. No he encontrado ninguna otra edición de este novela corta en Amazon, por lo que imagino que es la primera vez que se traduce al español. Y ha sido una edición reciente —en concreto, del año pasado—, dato curioso si tenemos en cuenta el reconocimiento de su autora. Algo que agradecer a esta editorial, que nos ha traído la obra con una buena traducción y un diseño cuidado.
Al contrario que con muchos clásicos que he ido comprando por Amazon (todos en digital), no recuerdo haber encontrado en este ni una sola falta de ortografía o error de maquetación para el kindle. De nuevo, un punto a favor para esta editorial, para mí hasta ahora desconocida, y que tendré en adelante en el punto de mira.
Si hay algo que tengo que lamentar, ya fuera del libro en sí, es el precio de su edición digital. Lo encuentro excesivo (con tan solo 4 € de diferencia respecto a su edición física en tapa dura), y reconozco que no lo habría comprado si no hubiera coincidido con una oferta de Kindle Flash que rebajó su coste de forma generosa durante todo un día.
Como último aspecto a comentar, en el Apéndice tras la novela se incluye un artículo publicado por la autora en un magacín en verano del 1849. Es una pequeña joya en la que habla de los cambios fulgurantes en la sociedad y cuenta anécdotas reales sobre una ciudad en la que vivió de joven y sobre sus residentes, bien diferenciados en sus respectivas clases sociales.
Si quieres saber si este libro te puede gustar, piensa en la obra de Jane Austen. Encuentro el humor de ambas autoras bastante parecido, así como la temática de sus obras, reflejo de la sociedad de la época. Lo curioso es que, esta vez, el protagonista (y narrador en primera persona) es masculino.
- Puntuación:
(4 / 5)
Anotaciones
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