En estos últimos días, muchos de los blogs que sigo cierran el chiringuito hasta septiembre, por vacaciones (la mayoría) u otros motivos. Yo el cierre —temporal— lo eché antes, a principios de abril, cuando comenté que valoraría las muestras de ocho novelas que estaban en promoción y después no se volvió a saber de mí.
Por si acostumbras a pasarte por el blog o te preguntabas dónde estaba, esta será la única vez (creo) que comentaré el motivo, porque no es algo de lo que me guste hablar. En abril nuestro gato —que llevaba una temporada enfermo— murió. Pukah nos había acompañado a mi pareja (ahora marido) y a mí durante 17 años por todas nuestras casas (empezando en un primer cuchitril innombrable) y había cruzado fronteras con nosotros. Formaba parte de nuestra familia y su pérdida fue (es) dolorosa. Si has pasado por algo así, sabes lo que se siente, y las pocas ganas que tienes de ponerte con cualquier cosa.
A los pocos días, en plena cuarentena, se incorporó a nuestro hogar Fey, una pequeña destructora pelirroja, y mes y pico después llegó su «hermana» Willow, gata de paciencia infinita, sólida donde las haya. Las dos gatas son bastante trasto, sobre todo de noche, pero sus locuras han traído de nuevo alegría al hogar. Y ojeras.
Sigue leyendo →