La entrada por enero a este 2020 trae un cambio a mi vida personal (del que te hablaré más adelante en el blog) en forma de compromiso que quiero trasladar también a la escritura.
Desde el mes pasado llevo rumiando el tiempo que dedico a cada tarea (algo que ya pudiste vislumbrar en mi entrada de la semana pasada) y me preocupa el poco foco que estoy dedicando a lo que debería ser para mí una tarea prioritaria: acabar de corregir mi novela de fantasía, Un crimen de hadas, y publicarla.
No me gusta llamarla «mi primera novela» porque en orden de escritura no ocupa ese lugar, pero sí es la primera que tengo intención de publicar. Hay dos novelas antes de ella: una tan mala que me provoca dolor de muelas recordarla (para convertirla en algo decente debería transformarla tanto que no sé si merece la pena), y otra que —para mí— es una joya de otro género literario que guarda un pedazo de mi corazón, pero al estar ambientada en otra época y abarcar casi 600 páginas conllevará muchas horas de investigación en la revisión y posterior reescritura (una documentación exhaustiva que no hice previamente).