Agosto fue un mes raro. Este ha sido mi tercer verano en Eslovaquia y puedo decir que ha sido el más inestable de todos en lo que respecta a temperatura. Pasábamos de los 32 °C a los 23 °C de un día para otro, por lo que no pude hacer tantas escapadas a los lagos como me habría gustado.
Eso, por otro lado, tuvo su lado positivo, ya que debido a la gran cantidad de horas que pasé en casa me puse manos a la obra y organicé un horario «artístico» para aprovechar mejor el tiempo (y no pasar el día tumbada con mis apoteósicas siestas de tres —o más— horas).
Ese horario era bastante flexible. Indicaba una serie de tareas a realizar cada día, sin especificar la hora, para que yo misma me organizara combinándolo con las labores habituales del hogar, el ejercicio y cualquier suceso inesperado. Entre esas tareas había diferentes actividades relacionadas con tres ámbitos: la lectura (diaria y sin especificar tipo de libro, cómic o revista), la escritura (corrección de mi novela de fantasía) y el dibujo (curso de acuarelas).
Fue bastante bien, por lo que probablemente adoptaré este tipo de horario lo que resta de año y, a finales, haré un balance.