Hans se dirige a la torre

Hans suspiró tres veces seguidas, como hacía su madre, la Muy Honorable y Excelentísima Señora Alcaldesa, cuando se enfrentaba a una difícil decisión, y se encaminó hacia la torre de su amor.

Cuando pasó cerca de la cueva le pareció ver un movimiento en la copa del roble cercano. Pensó que sería un pobre pajarillo que se guarecía de la tormenta, tan empapado como él, y no le prestó más atención.

Unos cuantos pasos después, cuando dio con el sendero largo que rodeaba al bosque y se dirigía a la torre, se le ocurrió utilizar el agua de la lluvia y recogió una buena cantidad con sus manos. De ese modo sació su sed y solo tuvo que preocuparse por el frío que calaba sus huesos.

Anochecía cuando llegó, tiritando, a la torre del poderoso mago Atreyu, quien salió totalmente sorprendido a recibirle a la puerta y desactivó las protecciones mágicas que la rodeaban.

Atreyu era un mago tan poderoso como huraño. Le gustaba estudiar sus tomos polvorientos con tranquilidad y por ello vivía apartado de la aldea, pero siempre tenía tiempo para su querido Hans.

El mago Atreyu

La pareja se fundió en un beso apasionado nada más verse y, después, Atreyu arrastró a Hans al interior de su mágica torre entre suspiros y reprimendas. Allí le proporcionó nuevas ropas, cálidas y secas, y preparó una cena esplendorosa con múltiples viandas y vinos dulces que hizo pensar a Hans que todas sus desventuras, tal vez, habían merecido la pena.

No pensaba igual su querido Atreyu, quien se horrorizó y desesperó a medida que Hans le narraba sus peripecias de ese día. El mago hizo prometer a su pareja que no volvería a internarse en el Bosque de las Hadas nunca jamás, so pena de quedarse sin postre durante el resto de su existencia.

Hans, que había aprendido la lección, evidentemente aceptó y se fue a la cama dando los últimos mordiscos golosos a su postre glaseado.

Postre dulce

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN